Lee aquí la
segunda parte
En
el siglo I a.C., el historiador Diodoro de Sicilia (considerado por otros
historiadores como fuente poco fiable) describió a unas amazonas que vivían en
Libia, nombre con el que se conocía en la época a la zona de África del norte
que quedaba al oeste de Egipto. Ese imperio de amazonas era una ginecocracia,
lo cual quiere decir que solamente las mujeres podían ocupar cargos públicos,
incluidos los militares.
Cuenta
la leyenda, que aquel territorio fue gobernado por una reina llamada Myrina
que, acompañada de treinta mil mujeres soldados de infantería y tres mil de
caballería, arrasó Egipto y Siria y llegó hasta el mar Egeo venciendo a un buen
número de ejércitos de hombres que le salieron al paso. Cuando la reina Myrina
fue finalmente derrotada en la batalla su ejército se dispersó.
Sin
embargo, el ejército de Myrina dejó huella en la región: después de que los
soldados de Anatolia fueran aniquilados en un enorme genocidio, las mujeres del
lugar se levantaron en armas para aplastar una invasión procedente del Cáucaso.
Esas mujeres eran entrenadas en el manejo de todo tipo de armas, entre ellas el
arco, la jabalina, el hacha y las lanzas. Copiaron de los griegos las cotas de
malla de bronce y las armaduras.
Rechazaban
el matrimonio por considerarlo una sumisión. Para procrear se les concedía un
permiso durante el cual se acostaban con una serie de hombres elegidos al azar
y de pueblos cercanos. Sólo la mujer que había matado a un hombre en la
batalla tenía derecho a perder su virginidad.
Myrina |
Larsson,
Stieg. (2007). Introducción a la tercera parte de La reina en el
palacio de las corrientes de aire (pp .449-450). Barcelo, Ediciones
Destino.
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